Carta, carta !! carta de Estela !! Gritaba el cartero corriendo
cuesta abajo por la calle Montserrat, y agitándola en su mano
alzada, como si fuera una bandera. El receptor de la carta sale
a la puerta de su casa y es poseído de una gran emoción. Emoción
que a medida que se acerca el cartero se le convierte en
agitación. Casi sin aire en los pulmones el cartero repite: -
Carta, carta de Estela... y de pronto sus rodillas se le vuelven
como si fueron algodones y cae al suelo como si de 1’65 de punta
suiza se tratara. Su angina de pecho ha sido como le
pronosticaba el viejo Dr. morfinómano del pueblo – Fulminante.
Justo tiene tiempo el receptor de la carta, de cogerla de su
mano en caída mortal. Solo el tacto, de la carta de su amada, le
entra como un tembleque en su estomago, que en segundos le pasa
a los intestinos que le están sincopando como si en ellos se
desarrollara una carrera de cuadrigas mesopotánicas... Se acerca
la carta al corazón, con gesto operístico, aunque sin voces de
coro, y de su interior se rompe, se rompe como un dique y nota
que algo tibio le baja suave por sus piernas... el fuerte hedor
le da a entender que se esta muriendo de un cólico berebere... y
la carta, que pasará?
Ah! esto es otra historia.
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